¿Por qué tengo ansiedad? Comprender sus causas, uno de los primeros pasos para gestionarla

Compartir:

Sentir ansiedad sin saber por qué es una de las experiencias más frustrantes que existen. Muchas personas se preguntan: “¿Por qué tengo ansiedad si todo está bien?”, “¿Cuál es la causa de este malestar?”. En este artículo te ayudamos a comprender las causas más comunes de la ansiedad, desde factores emocionales y relacionales hasta dinámicas internas más sutiles. Porque entender qué provoca la ansiedad —incluso cuando no hay un motivo claro— es el primer paso para empezar a calmarla.

La ansiedad tiene un mensaje

Vivimos en una cultura que tiende a mirar la ansiedad como un problema a eliminar. Se nos invita a “calmarnos”, a “no preocuparnos tanto”, a “relajarnos un poco más”. Pero pocas veces nos detenemos a tomar consciencia y preguntarnos: ¿qué sentido tiene lo que estoy sintiendo?

La ansiedad no es una enemiga, aunque pueda resultar muy incómoda. En realidad, es un sistema de alarma que hemos heredado tras millones de años de evolución. Su función es protegernos: activar el cuerpo y la mente para responder ante posibles amenazas. Gracias a ella, nuestros antepasados pudieron sobrevivir a peligros reales. Hoy en día, aunque los peligros hayan cambiado, el sistema sigue funcionando.

El problema no es sentir ansiedad. El problema aparece cuando esa señal de alerta se enciende demasiado a menudo, con demasiada intensidad o sin que sepamos por qué. En esos casos, el sistema se desequilibra: el cuerpo entra en tensión, la mente se acelera, el descanso se vuelve difícil. Y lo peor: nos culpamos por no saber “gestionar” lo que sentimos.

Pero ¿y si cambiamos la mirada? ¿Y si empezamos a entender que la ansiedad tiene algo que decirnos?

Muchas veces, la ansiedad aparece cuando hay algo dentro de nosotras que no está siendo atendido. Puede ser una emoción bloqueada, una necesidad no escuchada, un conflicto sin resolver. La ansiedad, entonces, es un síntoma, no un fallo. Es la forma que tiene nuestro cuerpo de pedir atención. Un recordatorio de que algo no va bien y necesita cuidado.

Este cambio de perspectiva —de “tengo que quitarme esto de encima” a “voy a escuchar lo que me está señalando”— puede transformar completamente la relación con la ansiedad. Y es también el primer paso para empezar a comprender sus causas.

Causas comunes de la ansiedad en la vida actual

No hay una única causa que explique por qué sentimos ansiedad. De hecho, en la mayoría de los casos, se trata de un conjunto de factores que se entrelazan: el contexto, la historia personal, las relaciones, el cuerpo, los pensamientos… Aun así, existen algunas situaciones o dinámicas que aparecen con frecuencia en consulta y que pueden ayudarte a comprender mejor lo que te está ocurriendo.

Exceso de exigencia y perfeccionismo

Muchas personas que sufren ansiedad tienen en común un nivel alto de autoexigencia. Se esfuerzan por hacerlo todo bien, por no fallar, por llegar a todo. Viven con la sensación constante de que no es suficiente, de que deberían poder con más. Este perfeccionismo no siempre es evidente: puede estar disfrazado de responsabilidad, compromiso o deseo de superación. Pero por dentro, genera tensión, insatisfacción y miedo al error.

Conflictos no resueltos (internos o relacionales)

A veces la ansiedad se dispara sin que sepamos por qué, pero si miramos más de cerca, descubrimos que hay un conflicto sin resolver que está generando tensión. Puede ser una discusión pendiente, una decisión difícil, un malestar silenciado. O incluso una contradicción interna: querer algo y temerlo a la vez. La mente racional puede ignorarlo, pero el cuerpo no. Y lo expresa en forma de inquietud, insomnio, nudo en el estómago o necesidad de escapar.

Falta de descanso real y de autocuidado

Dormir no siempre es descansar. Muchas veces llegamos al final del día agotadas, pero con la mente encendida. Vivimos en modo “hacer”, sin espacios reales de pausa, y eso pasa factura. La ansiedad puede ser una señal de que necesitas parar, desconectar, cuidar de ti de una forma más profunda. El cuerpo lo sabe: si no hay recuperación, activa la alarma.

Historia de trauma o situaciones de estrés prolongado

No todas las personas que viven con ansiedad han pasado por un trauma evidente, pero muchas han atravesado situaciones de estrés sostenido: cuidar a alguien, vivir una relación tóxica, trabajar bajo presión constante, crecer en un entorno inseguro. El sistema nervioso, cuando se ve expuesto durante mucho tiempo a exigencias o peligros, queda en estado de alerta. Y esa hiperactivación puede mantenerse incluso cuando ya no hay una amenaza real.

Dificultades para poner límites o decir que no

¿Te cuesta decir que no? ¿Sientes culpa cuando priorizas tus necesidades? ¿Te ves haciendo cosas que no deseas solo para evitar un conflicto? Estas situaciones, tan comunes, generan una carga emocional invisible que puede acumularse hasta explotar en forma de ansiedad. Aprender a poner límites no es egoísmo: es una forma de proteger tu energía y cuidar tu salud emocional.

Sensación de desconexión (con uno mismo, con los demás, con la vida)

Hay momentos en los que, aunque todo parezca estar bien, sentimos un vacío difícil de nombrar. Es una desconexión profunda: de lo que sentimos, de lo que deseamos, de nuestras relaciones. Esta desconexión puede generar una ansiedad sutil pero persistente, como si estuviéramos viviendo en piloto automático, sin dirección ni sentido. A veces, reencontrarnos con lo que somos y con lo que nos importa es el inicio de un cambio profundo.

¿Y si no encuentro ninguna causa clara?

Una de las experiencias más desconcertantes de la ansiedad es sentir que no tiene sentido. “¿Por qué me siento así si, en teoría, todo está bien?” “¿Qué me pasa si no me ha pasado nada grave?” Esta sensación de confusión es muy frecuente, y a menudo genera aún más angustia.

La realidad es que no siempre hay una causa evidente y concreta. A veces, la ansiedad surge como resultado de pequeños factores acumulados a lo largo del tiempo: tensiones sutiles, decisiones postergadas, emociones no expresadas. También puede deberse a patrones automáticos que se han instalado desde hace años, incluso desde la infancia. En esos casos, la ansiedad no responde a algo externo, sino a dinámicas internas que no siempre son fáciles de identificar.

Otras veces, la causa puede estar en el cuerpo: un sistema nervioso sobreestimulado, una respiración alterada, una tensión muscular que nunca se descarga. La ansiedad se manifiesta entonces como una vivencia difusa, más física que mental, más energética que emocional. Y eso puede hacer que nos cueste aún más comprenderla.

También hay momentos en los que el malestar proviene de zonas inconscientes. Heridas no integradas, lealtades invisibles, mandatos familiares, o simplemente modos de estar en el mundo que ya no encajan con la persona que somos hoy. No es necesario recordar o entender todo para empezar a sanar, pero sí es importante contar con un espacio donde poder mirar con más profundidad lo que ocurre dentro.

Por eso, la terapia puede ser tan valiosa. No porque ofrezca respuestas rápidas, sino porque brinda un acompañamiento respetuoso, que permite ir desentrañando poco a poco el origen del malestar. No se trata de buscar culpables, sino de entender el sistema interno que nos lleva a estar en estado de alerta, y empezar a construir nuevas formas de habitar la vida.

Si sientes que necesitas apoyo para entender lo que te pasa, existen tipos de terapia para la ansiedad que pueden ayudarte a encontrar tu camino.

¿Qué puedo hacer con esta información? Primeros pasos para calmar la ansiedad. 

Saber por qué sentimos ansiedad no elimina el malestar de inmediato, pero nos da una herramienta poderosa: la comprensión. Comprender lo que nos pasa nos permite dejar de culparnos, dejar de forzarnos a “estar bien” sin más, y empezar a cuidarnos desde otro lugar.

Lo primero es dejar de buscar culpables. No se trata de señalar a nadie —ni a una misma, ni a la familia, ni al trabajo— sino de entender que la ansiedad surge como una forma de adaptación, como un intento (a veces torpe, pero legítimo) de sostener lo que hemos vivido. Mirar la ansiedad con compasión no la agrava, la suaviza.

También es importante no buscar soluciones mágicas. Vivimos en una época que nos vende técnicas rápidas para todo: tres pasos para calmar la ansiedad, cinco claves para ser feliz, diez hábitos para tener paz mental. Y aunque algunas herramientas pueden ser útiles, cuando el malestar es profundo no basta con “aplicar una técnica”. Hace falta mirar más adentro, con honestidad, paciencia y cuidado.

¿Qué sí puedes hacer?

  • Observar tu propio mapa emocional: ¿Cuándo aparece la ansiedad? ¿Qué la intensifica? ¿Qué la calma? ¿Qué crees que podría estar intentando decirte?
  • Aceptar que necesitas ayuda, si es el caso: no es signo de debilidad, sino de madurez emocional. Pedir acompañamiento no es rendirse, es empezar a tomar las riendas de tu bienestar.
  • Empezar a cuidarte con más conciencia: a veces con pequeños gestos cotidianos —descansar más, decir que no, buscar espacios seguros— comienzan grandes transformaciones.

Y, sobre todo, empezar a relacionarte contigo misma/o con más amabilidad. La ansiedad no es una enemiga que hay que vencer. Es una parte de ti que está gritando porque necesita atención. Escucharla con respeto puede ser el primer paso hacia el alivio.

Y si quieres empezar desde ya con prácticas sencillas, te proponemos algunos ejercicios para calmar la ansiedad que pueden ayudarte a reconectar contigo.

En El Árbol Psicología te ayudamos a entender tu ansiedad

La ansiedad no es una debilidad ni un fallo. Es una señal de que algo dentro de ti necesita atención, cuidado y comprensión. A veces basta con escuchar esa señal desde un lugar nuevo para empezar a transformar el malestar en dirección.

En El Árbol Psicología trabajamos desde una mirada integradora que une cuerpo, mente y emociones. Acompañamos a mujeres y hombres que atraviesan procesos de ansiedad, ofreciéndoles un espacio profesional y cálido donde poder comprender lo que les pasa, recuperar su equilibrio interno y construir formas de estar en el mundo más sostenibles.

Ofrecemos atención psicológica presencial en Granada y también online. Tanto si buscas terapia individual, como si te interesa explorar el trabajo corporal en nuestros grupos de conciencia corporal, podemos ayudarte a encontrar el enfoque que mejor se adapte a tu momento vital.

Si lo que has leído en este artículo resuena contigo, te invitamos a dar el siguiente paso. Contáctanos. Estaremos encantadas de escucharte y acompañarte en este proceso.

Post más recientes:

Toma de conciencia y aceptación
Consciencia y Aceptación: Claves para el crecimiento personal
pensamiento desire castro
Psicología Cognitiva: ¿Cómo funciona el pensamiento?
metodo feldenkrais pablo jurado
Toma de Conciencia a Través del Movimiento. El Método Feldenkrais
Ir al contenido